Estudiar es para los débiles

Traducción de Artículo “HP- De Tijd”, 3 de febrero 2006. Holanda

Fleur Jurgens

Hace unos días quemaron la bicicleta de mi hija menor en el patio de recreo de su colegio “blanco de enseñanza media” (N del T: escuela a la que asisten niños de raza blanca). “Papá, me lo hicieron unos chicos malos”, me dijo mi hija de cinco años. “¿Por qué crees que te lo hicieron chicos y no chicas?” preguntó el políticamente correcto sociólogo y periodista en asuntos científicos Koos Neuvel (1958). Su hija se encogió de hombros. “Las chicas no hacen esas cosas. Son más simpáticas que los chicos”.

Y naturalmente tenía razón, su padre no dudó en ningún momento de ello. No porque se hubiera descubierto quiénes fueron los autores, sino porque Neuvel conoce suficientemente bien las estadísticas sobre violencia pública y agresiones como para tener una seguridad del 99% de que lo hicieron chicos.

En las estadísticas se comprueba el peligro de que los fracasados de la sociedad sean los chicos, si no se toman medidas. Corren el peligro de abandonar la escuela sin conseguir un diploma, convertirse en parados y acabar en el circuito criminal. Las chicas, por el contrario, obtienen desde hace años mejores, y más rápidamente, buenos resultados en la enseñanza. Incluso desde 1997 están sobre-representadas en la enseñanza superior, según dice el Emancipatiemonitor 2004, publicado por la Oficina de la Planificación Cultural (SCP).

Neuvel decidió estudiar a fondo a qué se debe ese llamado “problema de los chicos”. Después de dos años y muchas noches de trabajo apareció su libro: Por qué los chicos no son chicas; lo que hay que saber cuando se educa a chicos. La conclusión del libro es poco esperanzadora para padres honrados, porque parece que podrán hacer muy poco por sus hijos si éstos han empezado ya a seguir el mal camino.

“Los chicos son típicos animales de grupo, que luchan en el grupo para adquirir un status”, dice Neuvel “Y en algunos de esos grupos está todo permitido, incluso el delito”. El que en casa es tenido por joya, en la calle con sus amigos puede convertirse en un monstruo. “Y eso no se lo puede impedir ningún padre, aunque haya seguido un curso de formación de educación (N. del T.: está ahora de moda en la prensa hablar de formar a los padres sobre cómo deben educar a sus hijos para evitar la violencia). El influjo de los padres cae en el vacío frente al de sus compañeros de edad”.

Neuvel creció en los años setenta, cuando estaba en boga el dogma feminista de que los padres pueden ´socializar´ a sus hijos. Los roles de los sexos se originarían porque los padres educaban a los chicos como chicos y a las chicas como chicas. Esa era la idea dominante. Así resultaba de bon ton en los años setenta y ochenta hacer jugar a las chicas con cochecitos y a los chicos con muñecas, con la esperanza de que los sexos llegaran a igualarse entre sí, y así poder las chicas recuperar su persistente retraso. Chicos y chicas no disfrutaban sólo de idéntico grado de dignidad sino que en adelante tendrían que ser también ‘iguales’.

Pero naturalmente esto no podía cambiar la naturaleza de los ‘animalitos’. Los cochecitos de las niñas fueron a parar debajo de las mantitas y las muñecas de los niños acabaron desarmadas y convertidas en vehículos peludos con un solo ojo. Neuvel, que tiene dos hijas, notó, como tantos padres, de que no había modo alguno de luchar contra las inclinaciones congénitas de las criaturas. “Los chicos y las chicas vienen al mundo con distintas inclinaciones de conducta”, da por supuesto Neuvel. “Y una consecuencia directa de eso es el actual atraso de los chicos”.

La idea de que los chicos provienen de ‘Marte’ y las chicas de ‘Venus’ no es algo nuevo. ¿No lo sabíamos ya por el best seller de John Gray y por todos esos libros populares sobre el abismo h/m que le siguieron, o por la vieja sabiduría sana de una tía anciana?

Pero sin embargo resulta difícil que los científicos despierten del sueño feminista de los últimos decenios y admitir que es una ilusión eso de que las diferencias de los sexos se debe a la educación recibida. A Neuvel le costó mucho encontrar entre las investigaciones recientes obras de partidarios de la así llamada idea de la naturaleza.

Buscó inspiración en el libro de la sicóloga americana Judith Rich Harris La equivocada educación, que pone el acento en la diferencia de los genes de chicos y chicas y su conducta de grupo totalmente diferente. El que “todavía haya una fuerte repugnancia por la biologización de las diferencias de los sexos”, explica que Neuvel se topase con esa falta de mención en la literatura. Los científicos durante años se han resistido a admitir esa determinación genética del hombre, que no sólo va asociada a ideas negativas como las teorías nazis, sino que echaba a rodar la agenda política de la segunda ola feminista. Neuvel: “Las feministas no querían que durante la educación a las mujeres se las obligase a seguir un determinado patrón de conducta. Pero si las diferencias sexuales entre chicos y chicas no son causadas por (la educación de) los padres, quiere decir que están determinadas por la naturaleza. Las predisposiciones son inmutables”.

Además quizás pueda la biología llegar a confirmar los roles tradicionales de hombres y mujeres: que la mujeres den a luz y deban quedarse en casa para cuidar de los niños porque están “mejor” predispuestas para hacerlo, mientras que los hombres con su “instinto cazador” deben salir fuera a trabajar. Esta teoría pasó de moda, pero Neuvel no ve inconveniente alguno para poner un fuerte acento en la determinación genética de la gente. “El que en los últimos decenios se haya demostrado que las mujeres sean capaces de trabajar bien, no quiere decir que se puedan eliminar todas las diferencias biológicas. El que las mujeres trabajen más puede ser quizá también por el hecho de que resultan ser muy útiles en nuestra sociedad de servicios”.

En la investigación científica disponible descubrió Neuvel todavía otro factor que en la formación de los sexos se subestima a menudo: la conducta de grupo. Eso explica por qué las diferencias entre chicos y chicas sean mayores que entre las mujeres y los hombres adultos.

La conducta entre los chicos resulta ser distinta de la de entre las chicas. Neuvel dice en su libro que entre los chicos la influencia del grupo es más fuerte que entre las chicas. Eso es consecuencia de que las chicas tienden a jugar entre ellas con lazos más íntimos y en grupos pequeños de dos o tres. Los chicos prefieren jugar en grupos más numerosos y jerarquizados, en los que el rango y el poder cuenta mucho. Ya con dos años de edad tratan de establecer ‘quién es el jefe’ entre ellos. Y para que haya una estabilidad jerárquica es importante tener una identidad fuerte. Neuvel: “Los chicos forman su identidad de grupo enfrentándose contra otros grupos de jóvenes, contra adultos, pero también contra chicas”.

Dentro de un grupo de chicos se mira fuertemente que todos estén de acuerdo, dice Neuvel. ‘Los juegos de niñas’ rebajan el rango en la jerarquía interna. Las chicas entre si pueden por naturaleza comportarse de modos más diferentes que los chicos entre si, porque sus grupos están basados en la igualdad y por eso son más estables. Por eso se pueden permitir más fácilmente actuar como chicos, por ejemplo jugando al fútbol con chicos, sin que se rían de ellas sus compañeras”.

La diferencia de funcionamiento entre los grupos de chicos y de chicas es, según Neuvel, crucial para entender de dónde viene el ‘problema de los chicos’. Los chicos son marcadamente buscadores de emociones arriesgadas. Cuando faltan tensiones que puedan hacer aumentar su rango dentro del grupo, se aburren y eso puede llevarlos a la criminalidad. Según muchos pedagogos el aumento de la criminalidad entre los jóvenes se debe a la ‘superexcitación’ y al estrés, pero Neuvel lo atribuye más al aburrimiento como causa principal. “No tienen nada que hacer. En el colegio no ven ningún aliciente. Merodean por las calles en busca de tensión y emoción por medio de la agresión, del robo y del encolerizar a los vecinos. Si insultan a alguien de ser ‘judío’ u ‘homo’, tienen garantizada la trifulca, lo cual les sirve para mantener su rango en el grupo”.

El mayor culpable no es, para Neuvel, la educación, sino la enseñanza teórica, que cada vez conecta menos con las necesidades de los jóvenes, especialmente entre los de clase social baja. Neuvel comenta excitado: “Es una vergüenza que en la sociedad holandesa abandonen el colegio prematuramente tantos chicos. Esto tendría que evitarse totalmente”.

Pero las cifras no mienten. Aproximadamente un tercio de los chicos y algo más de un quinto de las chicas se va del colegio sin un diploma de havo o de vwo (N.T.: dos grados de bachillerato) o de una formación básica profesional como el mbo, dice el SCP. De los alumnos alóctonos abandonan la escuela nada menos que la mitad sin una “calificación básica”. El porcentaje de marroquíes que abandona la escuela prematuramente es incluso del 55%.

Sobre todo los jóvenes con baja inteligencia no pueden encontrar su puesto en la enseñanza profesional. “A muchos de esos jóvenes les gusta trabajar con sus manos. Pero la posibilidad de hacer cosas prácticas en la enseñanza profesional baja, ha disminuido fuertemente en la última década”.

Por la concepción socialdemocrática de la ‘educación del pueblo’ y de la ‘elevación de la clase obrera’ se llenó el vmbo (una combinación de las antiguas escuelas profesionales de artesanía con el bachillerato más bajo) de “asignaturas de formación general”, a fin de que así pudiera la clase social baja ponerse en contacto con la cultura superior,

Este ideal igualitario ha tenido, como se comprueba ahora, un resultado funesto. El énfasis sobre las disciplinas teoréticas tuvo como consecuencia que precisamente los chicos de medios pobres con escasas posibilidades abandonaran en masa las escuelas.

Junto a eso por la teorización de la enseñanza y por la studiehuis (N.T.: un nuevo método que pretende que los chicos se organicen a sí mismos y solo utilicen al maestro como consultor) –que según Neuvel pide a los chicos que hagan cosas de chicas, como hacer tareas libres y trabajos personales– se asocian estos métodos a ‘conducta de chicas’: sacar buenos resultados en el colegio se ha convertido en algo exclusivo para chicas ‘buenecitas’.

La presión del grupo entre los chicos ha reforzado esta ‘imagen femenina’ del colegio. Visto que los chicos ante todo no quieren ser chicas, según Neuvel, en la escuela secundaria se ha convertido, como signo de ser hombre de una pieza, el estudiar lo menos posible para lo exámenes. “Siendo perezoso y tomando el pelo a los maestros un chico puede convertirse en héroe ante sus compañeros”.

¿Pero no ha sido siempre una inclinación de los chicos el resistirse al colegio? Ciertamente, dice Neuvel, pero el asco al colegio se ha hecho más fuerte desde que las niñas comenzaron a tener más éxito en el colegio. “Los chicos consideran ahora el estudiar a fondo y obtener notas altas algo para típos ‘flojos’”

Ha llegado la hora de reintroducir cuanto antes los colegios para chicos, piensa Neuvel. Un colegio de niños podría devolver a los chicos la estima ante los otros porque estudian bien. Una escuela tal conseguiría mantener en ella sobre todo a los chicos provenientes de clases sociales bajas y tendría, por lo tanto un influjo favorable en las prestaciones que se den el estudio y en la conducta. Y eso se notaría enseguida en las cifras de criminalidad, espera Neuvel.

En una escuela diferenciada se puede al menos ofrecer a los chicos una enseñanza que se acomode a ellos. Neuvel nos enumera algunas ideas acomodadas a los chicos: “dejar que los chicos se muevan más en las horas de clase, porque los chicos tienen un temperamento nervioso y no se pueden pasar largos ratos sentados quietos. Se les puede enseñar a hacer experimentos, por ejemplo, llevándoles a parques para que investiguen en la naturaleza, porque los chicos tienen una fuerte predisposición a hacer experimentos. Se les encargar problemas que tengan una solución concreta. Encargos libres como escribir una redacción no son apropiados para los chicos porque a ellos les gusta saber en que puesto están calificados. Haz que lleven un ‘uniforme del colegio’: esto aumenta sus lazos de unión con el colegio y atempera la insurrección natural de los jóvenes. Y el profesor se debe hacer llamar ‘Don’ , porque a los chicos no les gustan los tratos informales, como a las mujeres. Prefieren tener el rango de adultos y que así se les trate”.

En un colegio de este tipo dejarán en el tiempo más corto posible de hacerse el ‘macho’, vaticina Neuvel en base a unos estudios realizados en Australia, Inglaterra y América. “En cuanto que no tengan que rivalizar con chicas mostrarán una mayor variedad en su conducta que cuando tienen que actuar en colegios mixtos. Cada vez se comportarán con menos estereotipos”. Así resulta que los chicos en sus propios colegios mejorarán mucho en aquellas asignaturas tradicionalmente de las mujeres como lengua, literatura, arte e historia. “Sin el influjo de las chicas todas las asignaturas se convertirán en asignaturas de chicos”.

Neuvel refuta la idea reinante de que los chicos quieren emular a las chicas o que las chicas buenas influyen para corregir a los chicos violentos. Las investigaciones demuestran que las colegios “mixtos” refuerzan precisamente los roles de cada uno por la predisposición que tienen los chicos de querer conformarse con su grupo propio.

Un mecanismo análogo se ve en los colegios multiculturales, escribe Neuvel en su libro. Según los planes de integración, los niños alóctonos de ambientes sociales bajos querrían emular a los “chicos nativos del país que tienen grandes capacidades”. Pero después de varios estudios sobre las escuelas multiculturales resulta que justamente un tal sistema de enseñanza uniforme actúa de un modo precisamente negativo, porque favorece precisamente que se note el influjo del grupo de las distintas etnias.

Los alumnos alóctonos (especialmente los chicos) consiguen mejores resultados en una escuela ‘negra’ (N.T.: se llaman así las escuelas exclusivas para alumnos ‘negros’: surinameses, antillanos, marroquíes, etc) que en una multicultural. Se debe en parte al hecho de que las escuelas ‘negras’ están especializadas en el trabajo con niños que tienen dificultades con el idioma. Pero otra razón, según Neuvel, es que los alumnos alóctonos de una escuela multicultural tienen la tendencia a apartarse de los otros y de –en parte por frustración por su menor dominio de la lengua– agruparse en su propio grupo. Los alumnos nativos del país, que llevan la ventaja de ya haber cursado dos años de estudio de la lengua y de cálculo, los ven los emigrantes como ‘empollones’. Por esa imagen ‘blanca’ la barrera del idioma para los emigrantes aumenta en vez de disminuir.

El problema es que la idea de ‘ir juntos a la escuela’ resulta tan simpática que nadie piensa ponerla seriamente en discusión. “Nadie se pregunta si los alumnos alóctonos verdaderamente sacan ventajas en las escuelas multiculturales”, dice Neuvel. En la escuela ‘blanca’ de su hija se organizó una ‘tarde de discusión para padres’ con el tema: ‘cómo lograr hacer nuestra escuela más multicultural’. “Se trataba naturalmente de mezclar ‘blanco’ y ‘negro’. A ningún padre se le ocurrió hablar de la necesidad de mezclarse con la escuela vecina en la que sólo hay niños de white trash (chusma blanca) como se suele llamar con tono denigrante a la clase baja blanca”.

Después de todas las reformas de enseñanza se ha convertido en un gran tabú distinguir a los alumnos por su sexo, su fe, su color o su clase. Incluso durante bastante tiempo se tenían que negar las diferencias de inteligencia. Como consecuencia de la ‘igualdad de oportunidades’ había que obligar a cada uno a ser igual. Ese ideal de igualdad, que se ha demostrado ser una ilusión total, condujo a una nivelación enorme en la enseñanza, a frustración, fallo escolar y a pérdida de talentos. Y sobre todo son los chicos los que han tenido que pagar el pato.

Koos Neuvel cree que el tiempo ya está maduro para dar un nuevo impulso a la idea de ‘enseñanza a la medida’. “Los chicos son los que más salen ganando si pueden obtener una buena formación, y preferiblemente la más alta posible. Esto hay que estimularlo”.

Además Neuvel aboga por una ‘rehabilitación’ de las escuelas negras. En la práctica demuestran que son las más eficaces para sacar adelante a los niños alóctonos de las clases bajas. A Neuvel no le asusta alabar a las escuelas islamitas, porque son las que hasta ahora han obtenido los mejores resultados entre los jóvenes alóctonos. “A esos colegios van los padres y los chicos motivados. Y eso parece que funciona. Los musulmanes quieren también escuelas para nuestro-tipo-de-gente.”

También estos colegios para chicos parecen que conectan con la vieja y antigua idea holandesa de la ‘emancipación dentro del grupo propio’. “Si se procura llevar al límite la especialización para determinados tipos de alumnos, se ofrece así a esos alumnos muchas mejores posibilidades. Una segregación a corto plazo lleva a una integración social a largo plazo”.

Dejad a los chicos ser chicos y serán ellos mismos los que cierren el abismo de diferencia con las chicas.